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En la costa de Playa de los Muertos, en Puerto Vallarta, el Bar El Pirata, fundado por Don Antonio Cázares, no era sólo un establecimiento de ocio nocturno, sino un verdadero espectáculo de diversidad y diversión.
De 1972 a 1988, este lugar emblemático se distinguió por su ambiente integrador y su ubicación privilegiada, abierta directamente a la playa.
Como recuerda Eduardo Pérez Turner, cliente habitual del bar, El Pirata tenía un diseño único, con la espalda abierta al mar, lo que permitía que la brisa y el sonido de las olas se fundieran con el ambiente festivo del interior. Este acceso sin barreras a la playa creó una experiencia envolvente, donde naturaleza y cultura se encontraban en perfecta armonía.
En el corazón de El Pirata brilló el espectáculo «Les Femmes», dirigido por Víctor Amezcua. Desde los años 70, este espectáculo de travestis destacó en Puerto Vallarta por la presencia de artistas de gran talento, como Francis, conocida por sus imitaciones de Marilyn Monroe, y un elenco de al menos ocho artistas, incluida una imitadora de Diana Ross.
Todos ellos eran admirados por su arte y respetados por un público heterogéneo, formado tanto por personas de la diversidad como por heterosexuales, lo que reflejaba el espíritu integrador del lugar.
Un elemento icónico de El Pirata era el maestro de ceremonias conocido como «el zorro plateado», cuya elegancia y carisma engalanaban cada función. Las Fany Girls, otro grupo de destacadas artistas drag, aportaron su energía y glamour, haciendo de cada noche un acontecimiento memorable.
El Pirata era más que un bar; era un punto de encuentro para «pata saladas» y visitantes, un lugar abierto todo el día para tomar el sol y consumir en su restaurante, donde la diversidad era una parte natural y celebrada de la vida cotidiana. Aunque los primeros bares gay en Puerto Vallarta no aparecerían hasta finales de los 80, era un espacio donde se valoraba la identidad de cada persona y donde se vivía la expresión artística sin prejuicios.
En este lugar canto Ana Gabriel cuando aún se presentaba con el nombre de Guadalupe Araujo. Y aún no era tan reconocida ahora ya es una gran artista y es lesbiana.
Hoy, aunque El Pirata ya no existe, su legado perdura. Fue un lugar adelantado a su tiempo, precursor de la cultura LGBT en Puerto Vallarta, que dejó una huella indeleble en la historia y en los corazones de quienes lo visitaron. Recordar El Pirata es recordar una época en la que la diversidad, la música, el arte y la belleza se unieron con el majestuoso telón de fondo del Pacífico mexicano.
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