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Claro que sí. Estaba en todas partes y era implacable.
Tenía una cita a mediodía que terminaba sobre las 14:00 y, aunque tenía taaaanta hambre, paré un momento en la oficina y cuando por fin me dispuse a comer algo estaba lloviendo.
Y llovía mucho.
Y no paró.
Eran más de las cuatro de la tarde -y estaba más muerto de hambre que nunca (¿es ésa una palabra?)- cuando caminé una manzana y media calle abajo, empapándome todo el cuerpo y, sobre todo, los zapatos, todo por una comida mediocre. Sólo para darme la vuelta y enfrentarme de nuevo al asalto de la lluvia.
No he vivido aquí el tiempo suficiente para apreciar la lluvia. Ya lo he dicho antes: cuando soy de aquí, la lluvia es una carga.
Así que me sentí muy humilde cuando volví a Facebook una hora más tarde y me encontré con esta foto y vídeos de gente (incluido un adorable perrito) que había pasado una tarde peor que la mía.
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